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Aunque te parezca increíble, estos son los títulos que más se buscan. Los marketineros. Los que hacen (y seguirán haciendo) ruido. Tres tips que no fallan. Los 5 infaltables en tu cama. Los 18282 tipos de orgamos. Las mil maneras de hacer 800 posiciones diferentes. Y ahí va, nuestra sexualidad, perdida entre tips, números y fórmulas mágicas que “no fallan” nunca y en ninguna circunstancia. Porque en definitiva, si a otra persona le funcionan, por qué a ti no, ¿no?

Y lo cierto es que tenemos este chip del sexo a motor. Bueno… a USB, para ser más centennial. Me intriga un poco pensar en por qué nos cuesta tanto conectar con el recorrido del placer, con la sensualidad y el erotismo. Pareciera que la sexualidad tiene que ser inmediata, perfecta y sobre todas las cosas: exacta.

Como una regla de tres. Si presiono acá entonces multiplico esta cosa por esta otra y entonces divido este de acá y ya está, llego a un resultado que siempre va a ser el mismo. Haga lo que haga. Infalible.

Entendimos la sexualidad como pudimos. Sin educación sexual y sin una pedagogía del placer clara respecto a nuestras percepciones, a nuestras sensaciones. Nos educamos bajo el mandato hegemónico de la pornografía que nos muestra que el orgasmo se consigue por penetración en cualquier orificio, si es en varios a la vez pareciera ser mejor y encima de todo eso, que nada de lo que hagamos para nosotras mismas tiene sentido pues siempre tiene que haber un veedor de esa situación aprobando lo que nos da placer.

Si no hay un pene gigante y erecto entonces “no hay placer”. Si no hay una vagina siempre húmeda y predispuesta entonces no hay placer. Y crecimos creyendo que entonces sólo con un pene scout (siempre listo) y con una vagina predispuesta 24/7 tendríamos que tener buen sexo. Buenísimo sexo.

Y tú ahí mirando una películas porno, pero sin saber cómo es tu propio cuerpo. Por ejemplo, si te dijera ahora que dibujes tu vulva, ¿podrías hacerlo? ¿Sabrías identificar correctamente los nombres de las partes que la componen?¿Por qué le exigimos placer a una zona del cuerpo que tenemos escondida, alejada y que muchas veces, ni siquiera la llamamos por su nombre? Chucha, cuca, vayeye y colita de adelante, entre otros…Nos cuesta decirle vulva. Nos parece una palabra rara, “nueva”. La vulva siempre se llamó vulva. Desde los tiempos en que la rodilla es rodilla y la nariz es nariz, la vulva fue siempre vulva, pero no lo sabíamos.

Entonces, de nuevo, le pedimos y le exigimos y le rezamos a la Santa Cachucha para que tengamos multiorgasmos…pero probablemente no sabemos ni dónde ni cómo acariciar adecuadamente nuestro propio cuerpo.

Pero, entonces, ¿cuáles son los 3 tips para saber si acabaste? Sí, se que te lo estás preguntando y qué entraste a este artículo esperando tener ESA información. Y te lo voy a responder con la sinceridad con la que ya sabes que me caracteriza: No hay tips. No hay ni uno ni dos ni veinticinco tips para saber si acabaste, si tuviste 18 orgasmos multicolores o si tuviste un multiorgasmo. ¿Por qué?

Primero, porque no podemos seguir cuantificando la sexualidad, este es el mayor de nuestros desafíos hoy. Tenemos que aprender a salir del modelo de la sexualidad normativa, barometrada, cronometrada y llena de prejuicios por no caber en el modelo de lo “esperado”.

Segundo, porque si tú misma no te conoces, no recorres tu cuerpo, no identificas tus zonas erógenas, es muy, pero muy difícil que puedas conectar con el placer. Lo veo prácticamente todos los días en el consultorio: mujeres que se acercan para contarme acerca de sus dificultades para tener orgasmos estando con su pareja. “¿y cuando tú te estimulas puedes llegar?” la respuesta suele ser que no se estimulan, que no se conocen, y que suelen delegar su propia capacidad orgásmica en otra persona.

Y tercero, porque no hay nada más divertido que construir este aprendizaje y esta nueva mirada en relación a una sexualidad saludable, positiva y placentera.

Entonces, “¡los tres tips que no fallan!” son: 

  • que te conozcas

  • que estés relajada

  • y que conectes con la situación.

Pero: aun así pueden fallar. ¡Es la realidad! Y está perfecto en definitiva. Porque de eso se tratan los aprendizajes, de apropiarse de los errores para poder llegar a superar cada situación hasta hacerlo mejor. Por eso, la mejor sugerencia es aprender que el sexo es una construcción y que cuanto más te relaciones con situaciones eróticas, sensuales y placenteras, vas a tener más posibilidades de llegar al orgasmo, al multiorgasmo o a las sensaciones que puedas lograr. No hay fórmulas, y tan así de maravillosamente complejas somos las mujeres, que a veces vas a sentir que tocaste el cielo con las manos y otras como que ni te vas a dar cuenta si eso que sentiste -o que no llegaste a sentir- fue un orgasmo o qué pasó.

Olvídate de la meta, que tu orgasmo sea un proceso y no un objetivo. Encuéntrate contigo misma, con tu placer, con tus tiempos y acepta que ni siempre va a ser igual ni siempre va a ser exacto.

Y esa, chicas, es la mejor fórmula que les puedo dar, ¡que disfruten del recorrido!

Lic. Mariana Kersz

Psicóloga y Sexóloga@lic.marianakersz

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